Actitudes rococó.

Que bello es el arte de encontrarse en el rococó romántico de época, pasear la mirada entre las los distintos elementos que de forma sutil, o a escondidas cuentan un amor prohibido. Desde las miradas de devoción rendida que fueron descubiertas al plasmarlas en un lienzo, hasta los pequeños detalles sublimes que rebelan intenciones ocultas. 

La felicidad de un recuerdo. Evocan ese sentimiento de amor ajeno que despierta ternura y envidia... añoranza quizá.

 Ese rosa pastel que encontramos en casi todas las escenas además de los tonos sepias que te sumergen en un mar color de rosa, en un ambiente sereno, como estar en un eterno atardecer y una tarde de picnic en el campo comiendo frutos frescos y riendo por horas.

El romance del rococó me alegra el corazón y muchas veces me tiñe la vida con un velo para mirarla como un cuadro de museo, con ojos alegres y románticos. Aquel que no se permita por un momento sentir con amor y dulzura las cosas bellas tiene toda mi compasión. Aquel que no se divierta creando realidades perfectas de vez en cuando necesita una dosis de personas románticas en su vida que le enseñen a bailar bajo la lluvia y a cantar en alto dando paseos por las veredas.

Yo soy una de esas personas, empalagosamente romántico con aquellos que logras acariciar mi inocencia. Últimamente encuentro personajes que llaman intensidad a este romanticismo oculto en el corazón de pocos y me da pena por aquellos que no saben apreciar una buena historia cuando se la topan de frente, porque eso es lo que creamos con las personas, historias que pueden ser tanto románticas, como cautivadoras o atroces y desgarradoras, o quizá un punto intermedio y simplemente historias. Pero sin duda las mejores están protagonizadas por actitudes rococó y personajes intensos.



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